
Mi abuela materna falleció cuando yo tenía apenas cuatro años y medio, por lo que son muy contados los recuerdos "reales" que mi memoria conserva de ella; apenas unas pocas imágenes borrosas, como escenas descoloridas de una vieja película.
Pero lo curioso es que estas reminiscencias queridas (que he atesorado en lo más sagrado de mi corazón por más de cuarenta años) se hallan impregnadas de sensaciones intensamente aromáticas: en una de ellas, recuerdo entrar a su casa -adonde habíamos sido invitados a almorzar- y encontrarme de pronto completamente envuelta en un delicioso aroma a arroz con leche con canela; en otra, creo verla tendiéndome los brazos, enfundada en un vestido estampado en lila, y al correr a abrazarla, percibir en su tersa mejilla un suave y delicado perfume...
