Uno de mis propósitos de Año Nuevo al empezar este 2011, fue combatir al desorden en todos los frentes (tarea harto compleja para una "desordenada crónica" como quien escribe); y con ese propósito, las últimas dos semanas de enero me dediqué a organizar los placares y cómodas, que ya no podían ni cerrarse de tanta ropa que albergaban... Sí, sé lo que estarán pensando: ¿UNA QUINCENA ENTERA para una tarea que podría hacerse en una tarde? Bueno, ¡es que no es fácil encontrar tiempo y energía para semejante desafío entre pañales, mamaderas y un pequeño explorador que revolotea alrededor, tirando abajo las pilas de prendas recién dobladas y mezclando alegremente lo que habíamos clasificado "para coser" con lo etiquetado "para donar"!
En fin, el caso es que después de varios intentos fallidos y unos cuantos días de caos en el dormitorio, mi guardarropa se redujo drásticamente a lo que REALMENTE USO, con lo que las puertas de mi ropero finalmente se reencontraron entre sí. Pero antes de cerrar los ojos a la nostalgia y empacar todo lo descartado en una gran bolsa con destino a alguna obra de caridad, mi indomable espíritu de recicladora decidió dar una última mirada: allí estaban las blusas de seda laminada de fines de los ochenta y las de etérea gasa de los noventa, el mini-vestido de brocato que me puse solamente una vez para una boda, aquella bonita tela de algodón con flores lilas que me regalaron para hacerme un camisón y que jamás usé -porque en esa época sólo dormía con camisolines de seda-, la pollera de broderie blanco estilo campesino que no ve la luz desde hace siglos, dos vestidos de fiesta imposibles de aggiornar y varias otras antiguallas por el estilo...
Entonces tuve una sorprendente inspiración: ¿por qué no renovar todos esos hermosos géneros (algunos totalmente imposibles de encontrar en la actualidad) en una serie de coquetos almohadones muy shabby chic? Sólo sería cuestión de desarmar las prendas, aprovechar al máximo cada trozo de tela cortada y combinar los retazos con ingenio y buen gusto, enriqueciéndolos con algún adorno como flores, botones, puntillas o cintas, tal como hacían las damas de la campiña inglesa o de la Provenza francesa en siglos pasados...
De inmediato puse manos a la obra, primero buscando ideas en la web y a continuación bosquejando mis propios diseños; ahora estoy en el proceso de hacer trabajar la tijera (la idea es ver si antes que acabe la semana tengo ya algún almohadón pronto para mostrarles; pero recuerden que al mismo tiempo estoy restaurando los marcos antiguos y las lámparas de bronce, sin mencionar las labores de la casa y el tiempo que me insume atender al bebé, así que les pido un poco de paciencia).
Por ahora y a modo de adelanto, dejo algunas fotos de las telas que rescaté del olvido; con algo de imaginación tal vez ya puedan ir figurándose el resultado.
La vieja falda de broderie, el proyecto de camisón y un retazo de creppe georgette... |
Camisas de seda laminada (bien "ochentosas" ¿verdad?) |
Texturas en blanco y verde seco |
¿Recuerdan cuando las blusas se prendían en la espalda? |
Detalles primorosos |
Resabios de fiestas pasadas... |
...¿no vale la pena remozarlos? |
Un plus: esta puntilla de hilo de algodón que tejí al crochet mucho tiempo atrás (era para adornar una toalla) y que hace poco encontré archivada en el fondo del armario... ¡lista para una segunda oportunidad!
2 comentarios:
Hola Stella!! Adriana me pasó tu blog ! me encanta como escribís! a pesar de que solo te refieres a un público femenino jajaja no importa! es solo un comentario..FELICITACIONES!
Andrés Gallo Vecino
Sí, es verdad que me dirijo principalmente a las mujeres, pero no es por discriminar sino simplemente porque en general son ellas las que eligen la decoración de sus casas... igualmente todos los hombres que gusten pasar por acá son bienvenidos!!! Un abrazo
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