Creo seriamente que toda mujer es, en esencia, un poquito bruja. Y no me estoy refiriendo al estereotipo de "bruja malvada" inmortalizado por los cuentos de hadas, que las pinta viejas, feas y llenas de verrugas, repartiendo hechizos y maldiciones a diestra y siniestra. Tampoco aludo a las glamorosas versiones hollywoodenses, capaces de volar con una sombrilla o realizar cualquier prodigio con sólo mover la nariz. Y mucho menos a las que se anuncian en la prensa como expertas en "atraer al hombre que te gusta" o "destruir a tu rival amorosa"...
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De lo que hablo es de que toda mujer conoce, de forma instintiva, la Magia que subyace en los pequeños actos de cada día. Una Magia sutil que hemos heredado de nuestras ancestras por cientos de generaciones, y que si bien no invocamos a menudo en forma consciente, nos brota naturalmente ante los desafíos cotidianos: es la que nos permite convertir un suéter viejo y apelmazado en un encantador perrito de felpa, o cocinar un suculento almuerzo con media taza de arroz y las sobras del asado de ayer, o dejar relucientes cristales y azulejos con lo que tenemos a mano, sin caer en la engañosa publicidad del producto limpiador "milagroso" -y carísimo!- que pretende conquistarnos desde la televisión...
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Pero sobre todo, es la que nos brota del corazón y se materializa en las manos que curan una rodilla raspada o acarician una pequeña frente febril; manos que señalan allá en el cielo una nube en forma de castillo, o arreglan la cadena saltada de una bicicleta; manos que siembran y cosechan, que cosen y cantan, que construyen y pintan... Manos de mujer, manos de hada, manos de bruja sabia que conoce el secreto mejor guardado de todos los tiempos: la Magia más potente es la que funciona con el combustible del Amor!
Por eso -porque al igual que cada una de ustedes, me sé poseedora de esa Magia poderosa e inextinguible- no sólo no me molesta que me llamen "bruja", sino que de alguna manera reivindico el término: soy una bruja buena, una bruja hogareña y creativa, una bruja de cocina y de jardín, que cultiva su Magia cada día sin estruendos ni fanfarrias, humilde y en silencio, solazándose simplemente cuando sus hechizos cotidianos dibujan una sonrisa en cada rostro amado...
Y como toda bruja que se precie, me gusta tener mi escoba siempre cerca. No es que sea nada del otro mundo, mi escoba; ya quisiera ella parecerse a alguna de sus ilustres antepasadas...
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...o siquiera ser de paja y madera, como las que usaba mi madre cuando éramos chicas...
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...pero no: quiso el destino que ella fuese como tantas escobas comunes que se venden hoy, de plástico con mango de metal.
Y aunque sabe que no es bonita, eso no le impide tener siempre una actitud alegre y bien dispuesta para cumplir con su faena diaria, e incluso desempeñar algunas tareas extracurriculares en sus horas libres (como servir de corcel a cierto pequeño vaquero que adora galopar libremente por el patio...)
Por eso, por su nobleza y fidelidad, hace un tiempo decidí obsequiarla con un bonito colgador con sabor a Toscana, que sin duda engalanaría el humilde rinconcito donde descansa junto a su compañera habitual, la pala.
Sin embargo, ello hizo que se alzaran varias voces de protesta en la siguiente reunión blogueril a la que asistí: "demasiado lindo para usarlo en el rincón de las escobas", sentenció tajantemente una de mis amigas. "Anda, piénsalo que seguro que hay sitio para él en otro lugar más adecuado", sugirió otra con simpatía."¡Fuera del cuarto de las escobas!", apoyaron a coro un par de voces con acento andaluz (¡ojalá tuviera yo un cuarto, o siquiera -como en otras épocas- un armario para las escobas! pero ya expliqué que en mi cocina TODO está a la vista...) Eso me tuvo pensando por un buen tiempo, hasta que finalmente di con la solución: no, mis queridas damas, no se trata de destinar el percherito a alojar objetos más bonitos; de lo que se trata es de... embellecer la escoba!
Así que me puse a investigar un poco, y di con esta idea que me pareció genial...
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Pero como se trata de ser frugales, había que lograr la Magia como siempre, con lo que hubiera en casa. Y lo que había era una vieja blusa con un bonito bordado en la pechera...
Detalles del proceso: primero quité las mangas y el cuello (éste último lo reservé para reaplicarlo más tarde). Luego realicé dos cortes transversales para aislar la parte del bordado...
...e invertí el sentido de la prenda para acomodar el diseño a la forma de la escoba.
Cosí los laterales...
...volví a pegar el cuello en la parte superior, y en la parte inferior apliqué unos voladitos hechos con la tela sobrante de la espalda. Finalmente, paralelo a la costura del cuello realicé un segundo pespunte, para dejar una jareta por la que pasé una cinta blanca de raso que es la que ajustará la funda en su sitio (sepan disculpar la calidad de las fotos: era de noche cerrada cuando terminé con las costuras...)
Aquí, la "capita" terminada:
Al mango le quité la cubierta plástica verde, y lo forré con hilo sisal (con ayuda del Principito, que disfruta cada vez que puede meter mano en el taller de mami).
¡Y ya tenía lista a mi amiga, con su nuevo traje de baile! Pero entonces me surgió un imprevisto: cuando fui a colocarla en su sitio, ya vestida de gala, me di cuenta de que el pobre cubo de basura se iba a sentir desnudo y avergonzado a su lado...
...así que tomé una vieja cortina de encaje -resecada por el sol y agujereada en algunas partes, pero con mucho para dar de sí todavía- y con un trocito de elástico, una bastilla menuda y un botón vintage que andaba boyando por ahí, en cinco minutos le confeccioné un atuendo a la altura de su compañera:
Al mango le quité la cubierta plástica verde, y lo forré con hilo sisal (con ayuda del Principito, que disfruta cada vez que puede meter mano en el taller de mami).
¡Y ya tenía lista a mi amiga, con su nuevo traje de baile! Pero entonces me surgió un imprevisto: cuando fui a colocarla en su sitio, ya vestida de gala, me di cuenta de que el pobre cubo de basura se iba a sentir desnudo y avergonzado a su lado...
...así que tomé una vieja cortina de encaje -resecada por el sol y agujereada en algunas partes, pero con mucho para dar de sí todavía- y con un trocito de elástico, una bastilla menuda y un botón vintage que andaba boyando por ahí, en cinco minutos le confeccioné un atuendo a la altura de su compañera:
La palita, que no quiso ser menos, recibió un elegante cuello de sisal y retazos de puntilla antigua...
... y así en un par de horas, con cero peso y muchas ganas, le di una cara nueva y más bonita a mi rincón de la limpieza:
Señoras, si esto no es MAGIA no sé de qué otra forma llamarle (bueno, mi paisana Rosina diría que son simplemente "nuestras boludecitas de los viernes" jajajaja) Lo cual me recuerda que aún no me di presente en el Finde Frugal... ¡Me voy volando para allá! (¿dije "volando"? Pues sí... en mi elegante escoba, claro!!!)
... y así en un par de horas, con cero peso y muchas ganas, le di una cara nueva y más bonita a mi rincón de la limpieza:
Señoras, si esto no es MAGIA no sé de qué otra forma llamarle (bueno, mi paisana Rosina diría que son simplemente "nuestras boludecitas de los viernes" jajajaja) Lo cual me recuerda que aún no me di presente en el Finde Frugal... ¡Me voy volando para allá! (¿dije "volando"? Pues sí... en mi elegante escoba, claro!!!)
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