¡Felices Pascuas para todas las amigas de la buhardilla!
Antes de nada, deseo expresar una vez más mi profundo agradecimiento por tantas palabras de aliento y simpatía que recibo de parte de ustedes, y que representan un constante estímulo para aprender y superarme un poquito más cada día. En un principio traté de contestar al pie de cada uno de vuestros comentarios; pero pasados algunos días me di cuenta de que ese proceso me llevaba demasiado tiempo, y que después de todo tampoco estaba segura de que respondiendo en mi propio blog, las destinatarias siquiera se enterarían... así que he optado por una solución más simple: intentar retribuir todo el cariño que me brindan comentando directamente en las entradas que cada una de ustedes publica en su propia página. De esa manera me aseguro de que sigamos conectadas sin duplicar vanamente el esfuerzo, y tengo más tiempo para visitarlas e inspirarme con sus maravillosos trabajos...
¡Parece mentira, pero ya pasó una semana desde mi último post! Y no una semana cualquiera, sino una muy especial: para algunos tiempo de recogimiento y devoción religiosa, para muchos de relax y merecidas vacaciones, para otros la oportunidad de estar en compañía de los chicos, y para aquellos que no salimos a ninguna parte y que -por ser convencidos homeschoolers- tenemos a nuestros retoños en casa 24 horas los 365 días del año, igualmente disfrutable gracias a los días intensamente soleados y a la inusual calma reinante en la ciudad...
En lo personal, debo decir que aproveché estos días "diferentes" para limpiar y organizar el taller (tarea que devenía impostergable, ante el riesgo de que el caos comenzara a inundar otros ambientes de la casa); y en la medida que ordenaba, fueron apareciendo unos cuantos trabajos a medio hacer, así como numerosos objetos almacenados "por si acaso" que me inspiraron para comenzar varios pequeños proyectos nuevos. Pero toda la energía que he puesto en la parte estrictamente creativa, ha escaseado en cambio a la hora de tomar fotografías; por lo tanto, dejaré para mostrarles más adelante la mayoría de las cositas en las que estuve trabajando y me centraré en una sola, que para mantener cierta coherencia con los posts anteriores tiene que ver -como no podía ser de otra manera- con la renovación de mi cocina.
Entrando ya en la recta final del proceso de embellecimiento frugal (lo cual implica, para quienes no me han leído antes, prescindir de cualquier reforma estructural que representaría costos demasiado elevados, e intentar simplemente "refrescarla" con pequeños acentos decorativos), se me ocurrió que toda cocina campestre que se precie debería contar con el sello de distinción que le otorga un cartel rústico pintado a mano. Así que ¡cuándo no! eché mano de otra de las tablas de obra dejadas por los albañiles que estuvieron trabajando en casa hace unos meses (ya había usado una de ellas para los soportes de mis estantes de cocina) y me dispuse a transformarla...
Además de estar algo manchada y maltrecha por haber permanecido a la intemperie todo este tiempo (lo cual en mi opinión contribuía a darle más "carácter"), presentaba una rajadura bastante pronunciada en su parte central, por lo que decidí encolar y prensar a fin de asegurarme que no terminara de partirse una vez realizado el trabajo.
Una vez completamente seco el paso anterior, procedí a cubrirla por completo con un par de manos de betún de judea diluido con unas gotas de thinner, lo cual le dio una bella pátina de color marrón oscuro.
Dejé secar muy bien otra vez, y entonces comencé con el proceso del craquelado. Para ello apliqué una generosa capa de cola vinílica en la forma que aconseja Lucía, de "Momentos vintage": primero en sentido vertical, luego en sentido horizontal, y finalmente dibujando "crucecitas" con el pincel (obsérvese que dejé libre ex profeso el centro del cartel, a fin de que no se craquelara en esa zona).
Luego de dejarla unos diez minutos al sol (hasta que la cola vinílica perdió el brillo) apliqué una mano de látex blanco con pinceladas precisas y parejas, cuidando de no pasar dos veces por el mismo lugar. Un ratito más de sol, y el craquelado empezó a hacerse notar...
Bello efecto, ¿verdad? Ahora sólo faltaba la escritura, para lo cual diseñé las letras en la compu y las transferí a la tabla mediante el procedimiento tradicional de calcado (previa aplicación de una capa de barniz acrílico mate para dar una base más lisa y uniforme a la superficie de la madera).
Un pincel perfilador y uno chato, más un poco de óleo siena tostado (hubiera preferido acrílico, pero óleo era lo que tenía a la mano, gentileza del artista plástico que comparte taller con una servidora :D - y una buena dosis de paciencia, hicieron el resto...
El toque final: betún de judea aplicado con paño en los bordes y esquinas para dar un efecto envejecido.
¡Voilà! Listo para ser colgado en su sitio definitivo (bueno, en realidad debo esperar un día o dos hasta que el óleo esté bien seco, no quiero correr riesgos innecesarios...)
Con esto llegué al final por hoy; en el correr de los próximos días probablemente les esté mostrando algún otro proyectito de último momento, antes de hacer la presentación final de mi "nueva" cocina... Hasta entonces, y que terminen estupendamente la Semana Santa!
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