La buhardilla de Kassandra

Un santuario donde atesoro mis proyectos decorativos... y algunas otras pequeñas maravillas que enriquecen el Alma

diciembre 28, 2014

Nuevos tiempos, nuevos rumbos


¡Buen domingo, mis amigas! 

Aquí me tienen otra vez, después de disfrutar una semana completa de "terapia desintoxicante" literalmente aislada en nuestro ranchito de la playa (sin internet, señal de celular ni vecinos en una cuadra a la redonda...) Sé que tal vez a algunas de ustedes se les haga difícil entender cuánto apreciamos mi familia y yo "escaparnos de la civilización" -especialmente en épocas festivas como ésta-; pero la realidad es que, ante la imposibilidad (por la distancia física) de reunirnos con nuestras familias para compartir las Fiestas tradicionales, desde hace algunos años elegimos celebrarlas en frugal intimidad y en estrecho contacto con la Naturaleza...

De ahí que aunque, siguiendo la tradición, el 8 de diciembre había decorado la casa, armado el árbol y dispuesto el pesebre en forma casi idéntica que el año pasado -"blanco y etéreo" era mi consigna de entonces-, nuestra auténtica Navidad al final transcurrió lejos de esta cuidada escenografía, entre paredes a medio revocar y junto a un arbolito mucho más humilde (aunque que para mí tiene un significado muy especial porque lo compré el año que esperaba el nacimiento de mi Principito, cuando mi panza gigantesca dificultaba grandes despliegues decorativos y además vivíamos en un apartamento diminuto donde apenas cabía la cuna...).


Hoy aquel bebé que yo amamantaba acompañada por el rítmico titilar de las luces multicolores, es ya un inquieto niño de cinco años, que disfrutó enormemente ayudándome a adornar su arbolito la misma tarde del 24, mientras cantábamos villancicos en un dúo algo desafinado; el mismo hombrecito sabio que -a pesar de habérsele explicado desde muy pequeño el verdadero origen de los regalos navideños- este año ELIGIÓ CREER en Papá Noel, e incluso aseguró haberlo visto cruzando por el cielo estrellado ("no, no era una bengala roja, mamá: ¡te digo que era el trineo con los renos y todo!") para descubrir poco después, con sincero arrobamiento, los modestos obsequios que aparecieron mágicamente al pie del árbol...


Ahora, el fin del año se acerca a pasos de gigante; y si todo sale según lo planeado, el 2015 nos despertará igualmente en la paz increíble de aquel lugar, acunados por el arrullo del mar y el trino de los pájaros. Pero en el ínterin, se imponía un retorno momentáneo a la ciudad para cumplir con las faenas domésticas (alimentar las mascotas y las gallinas, recoger los huevos, regar y chequear el estado de nuestras hortalizas) y de paso, dejarles aquí mis últimas reflexiones de 2014, incluyendo la revelación de los cambios trascendentales que se avecinan en nuestras vidas.

 

Como les he comentado muchas veces, soy una persona de temperamento lento. Cada paso que doy en la vida, cada nuevo emprendimiento, cada encrucijada a la que me enfrento exige una concienzuda reflexión, una exhaustiva búsqueda de información, una tormenta de ideas que contemple todas las posibilidades del asunto, y una planificación detallada y meticulosa (normalmente por escrito y con abundantes ilustraciones).

Pero eso no sería un problema en sí mismo, si no fuera por un detalle menor: lo que Sarah Ban Breathnach llama "la doble naturaleza del tiempo", que los antiguos griegos denominaban Chronos y Kairos.


"Chronos representa relojes, fechas límite, calendarios, agendas, gráficos, despertadores. Chronos es el aspecto negativo del tiempo. [...] En Chronos pensamos sólo en nosotros mismos. Chronos es el tiempo del mundo."

"Kairos significa lo trascendente, la infinidad, la reverencia, la alegría, la pasión, el amor, lo sagrado. Kairos es tener intimidad con lo real. Kairos es el aspecto positivo del tiempo. Kairos es libertad. [...] Kairos es el tiempo del Espíritu."

"Chronos requiere velocidad para no malgastarlo; Kairos necesita espacio para ser saboreado. Hacemos en Chronos. En Kairos podemos ser".
(«El Encanto de la Vida Simple», página correspondiente al 12 de octubre)


Es así que, mientras me encuentro inmersa en cualquier proceso de elaboración creativa -trátese de una receta culinaria, el tuneo de un mueble, la confección de una prenda de ropa, un proyecto de negocio o un ritual de belleza casero- mi ser entero funciona en Kairos, es decir, el "tiempo sin tiempo". Pero mientras tanto, el mundo exterior sigue rodando bajo la tiranía de Chronos, que obliga a arrancar hoja tras hoja en el calendario y a tachar línea tras línea en su implacable agenda. ¿Qué resulta de esto? Que cuando yo finalmente me decido a "bajar de la nube" (como diría mi madre) y tratar de materializar mis proyectos, a menudo descubro que los tiempos del mundo avanzaron dejándome a un costado, y las situaciones a que debo enfrentarme ahora no tienen nada que ver con el plan original...

Eso es precisamente lo que ocurrió con cada lugar en que he vivido durante la última década: me mudo a un nuevo sitio, comienzo mi "romance" con la casa, mido, planifico, hago cientos de bocetos, elijo telas y pinturas y visualizo en mi mente el aspecto exacto que quiero darle a esa finca en particular para transformarla en un hogar único y personal. Pero la puesta en práctica de mi ensueño decorativo suele insumir meses o incluso años de dedicación intermitente, que se alternan con períodos de falta de inspiración (o más comúnmente, de dinero), sobrecarga de obligaciones mundanas, o simplemente una mengua de energía física y emocional; y para cuando quiero darme cuenta -sin haber alcanzado a manifestar en el plano material ni la cuarta parte de lo planeado originalmente- de pronto la realidad me abofetea en pleno rostro, ¡y descubro que debo mudarme de nuevo!


Tal vez algunas de ustedes -las que me leen desde hace más tiempo- no hayan olvidado la ilusión con que me instalé en esta casa, hace ya más de año y medio; cómo imaginé decorarla en suaves tonos neutros y cremas (hasta creé para la ocasión un tablero especial en Pinterest, que titulé Dream in cream) y llenarla de detalles románticos y especiales que la convirtieran en mi "hogar soñado". Recuerdo incluso que, cuando le comenté a mi compañero mis múltiples y delirantes proyectos, sentenció -medio en serio, medio en broma-: "te doy seis meses a partir de ahora para hacer todas las reformas y mejoras que puedas; después, nos dedicaremos a VIVIR en la casa, ¡esté como esté!" 

Como era de esperarse, seis meses apenas alcanzaron para que mi lento cerebro tomara conciencia de que YA ESTABA habitando la casa nueva; y recién entonces empezó el proceso de intentar vestirla con mis toques personales. No es que no haya conseguido nada, desde luego: si bien únicamente a través de pequeños detalles puntuales (¿notaron que nunca he sido capaz de mostrarles un ambiente completo de la casa?), igualmente logré en ocasiones vislumbrar algo de la magnificencia que soñaba para mi hogar. Claro que estos acentos decorativos aislados y sutiles -algunos de los cuales elegí para ilustrar este post- ni siquiera se acercaban todavía a bosquejar el complejo collage que había creado en mi cabeza al inicio de la ensoñación...


Como sea, cuando finalmente había logrado convencerme a mí misma de que Sarah tenía razón al afirmar que "quizá no sea el hogar con el que siempre has soñado, pero sí ampara tus sueños; y esos sueños pueden transformarlo en el hogar que anhelas", de pronto vuelvo a chocar de frente con el almanaque: el tiempo implacable -Chronos- otra vez me ha jugado en contra... y me encuentro ante la inminencia de una nueva mudanza (¡la cuarta en menos de seis años!)

Lo hemos discutido mucho a nivel de familia. Hemos explorado y sopesado las posibilidades día tras día, intentando tomar la decisión más adecuada para nosotros y para el Principito. Por un lado, al amparo de la ley tenemos la chance de quedarnos en esta casa -alquilada- por al menos un año más, luego del cual incluso podríamos renegociar un nuevo arriendo. Pero por otro lado, el estilo de vida extremadamente frugal al que elegimos ceñirnos cuando nació nuestro hijo (cuando renuncié a mi trabajo profesional para dedicarme full time a su cuidado y disfrute) hace que la mayor parte de nuestro presupuesto actual se destine al rubro vivienda -además del alquiler propiamente dicho, aquí las tarifas por servicios públicos esenciales como la electricidad y el agua corriente son notoriamente caras-. Lo cual determina la paradoja de que, poseyendo un terreno propio (cerca del mar, por añadidura) carecemos de capacidad de ahorro para construir nada en él porque casi todos nuestros ingresos se destinan a sustentar una casa ajena, que tarde o temprano deberemos abandonar de todos modos...


Entendámonos: no soy de las personas que "echan raíces". Si bien fui criada en el siglo pasado, en una familia tradicional donde campeaba el concepto de que "progresar" era llegar a ser dueño del techo que te cobijaba -aunque pasaran una vida entera amortizando hipotecas usurarias-, una serie de circunstancias traumáticas (entre ellas perder mi primera casa soñada gracias a la especulación financiera del gobierno de turno) me convencieron de que ningún objeto material debía ser el fundamento de nuestra seguridad personal, y que era preferible "desplegar alas" y moverse libremente hacia donde el viento de la vida nos llevase en cada momento, antes que intentar arraigarse a un lugar determinado por el resto de nuestra existencia.

Sin embargo, estos últimos años he comprobado que mis necesidades auténticas no se ajustan a ninguno de esos extremos, sino que transitan por un prudente sendero del medio: si bien estoy convencida de que la gente cambia y evoluciona con los años (y que muchos de esos cambios implican casi obligadamente un traslado hacia otro escenario físico), también he comprendido que en este punto del camino mi Alma anhela cierto grado de estabilidad: necesito TIEMPO SUFICIENTE para ir insuflando calmadamente mi impronta en el hogar que habito, sin prisas ni urgencias determinadas por plazos contractuales; para plantar un rosal o un duraznero con la convicción de que verdaderamente llegaré a disfrutar de sus flores y frutos; en fin, para edificar a mi ritmo una suerte de refugio privado, armonioso y bello, sin la oscura y desmotivadora sospecha de que ni bien termine (o tal vez incluso antes!) tendré que abandonarlo para empezar de cero en otro lugar...

 

Por eso decidí aceptar la osada propuesta de mi compañero, posponer por un rato los proyectos personales que venía manejando hasta ahora -la apertura de la tienda virtual, por ejemplo- y consagrarme en cuerpo y alma al desafío que nos proponemos encarar juntos: trasladarnos apenas asome el nuevo año al terreno en la costa (aunque implique dejar parte de nuestras voluminosas pertenencias en depósito) y una vez allí, con el presupuesto familiar saneado y liberado de obligaciones abusivas -los servicios públicos en Brasil cuestan la décima parte que en Uruguay... ¡y no exagero!- encarar la paulatina ampliación de las construcciones existentes, hasta alcanzar las comodidades imprescindibles para vivir y desarrollarnos óptimamente como familia y como individuos.

Sé que no será fácil, que durante varios meses tendremos que vivir de forma más bien precaria, sin muchas comodidades de las que gozamos hoy día. Pero más allá de estas aparentes dificultades, me propongo abordar la empresa con espíritu positivo: después de todo, no muy a menudo se presenta la oportunidad de tener ante nosotras un gran lienzo en blanco, listo para que empecemos a crear en él, línea sobre línea y pincelada tras pincelada, el Hogar con el que nuestra Alma sueña... (y en última instancia Chronos jugará a favor: como dicen por ahí, el tiempo pasa volando y si sabemos aprovecharlo, para cuando llegue el invierno estaremos instalados en la nueva casa propia!)


Los principios rectores en este nuevo tramo del camino serán, en gran medida, los mismos que hemos aprendido y compartido hasta ahora: aguzaremos el ingenio para construir de la forma más ecológica y frugal posible, mezclando técnicas de construcción tradicionales y alternativas, y haciendo nosotros mismos la mayor parte del trabajo, a fin de emplear el mínimo de mano de obra contratada (¿mencioné alguna vez que "la otra mitad del equipo" inició su experiencia laboral trabajando como albañil, y que una servidora se maneja bastante bien en las áreas de electricidad, sanitaria y carpintería?) Reciclaremos, reutilizaremos y renovaremos tantos materiales como podamos, utilizando elementos del medio que puedan extraerse sin depredar, y aprovechando las condiciones naturales -sol, lluvia, desniveles del terreno, vegetación nativa- para obtener de ellos el máximo beneficio. Apostaremos a rodear nuestro hogar de un entorno verde (jardines, árboles frutales, hierbas aromáticas, huerta orgánica, invernáculo para especies delicadas, estanque para plantas acuáticas) y habrá también espacios propios para nuestros amados animales de compañía, incluyendo las gallinas que contarán con un marco natural y saludable para su óptimo desarrollo.


Pero además -y este es un compromiso que asumo a título estrictamente personal- pretendo crear en ese pequeño rincón del mundo un auténtico SANTUARIO de Belleza, Serenidad y Armonía. Es que mis dos amores (hombres al fin) comparten una visión totalmente pragmática de la realidad: sólo consideran importante rodearse de cosas útiles. Y admito que durante mucho tiempo, yo misma he sucumbido a la tiranía de ciertos materiales -por ejemplo el plástico- por su innegable practicidad, aun cuando su aspecto atenta contra el más elemental sentido de la estética (sin mencionar sus efectos nocivos sobre el ambiente). Sin embargo, he terminado por aceptar que mi sensible Alma femenina sólo puede crecer y florecer propiamente cuando está rodeada de Belleza; de modo que en este nuevo reto que tengo por delante me propongo aplicar al pie de la letra la famosa frase de Elsie de Wolfe: "Voy a hacer que todo a mi alrededor sea hermoso; esa será mi vida". Por tanto, en mi futuro hogar sólo tendrán cabida aquellos objetos que me resulten útiles Y TAMBIÉN bellos (o en su defecto, simplemente bellos); en cambio ya no toleraré la fealdad, por más utilidad momentánea que pueda ofrecer...

 

Y sobre todo, no volveré a cometer el error de esperar a tener una casa TERMINADA para empezar a disfrutarla; por el contrario, desde el inicio mismo del proyecto y sin importar cuán precarias sean las condiciones de vida en cada etapa puntual, procuraré que haya a mi alrededor al menos un toque de estilo, hermosura, elegancia y/o romanticismo, para alimentar y estimular la pasión creativa de mi Ser Esencial. Es que después de todo, como apunta Sarah, "se tarda literalmente años en alumbrar un sueño, sea éste una familia, una carrera profesional, un hogar o un estilo de vida"; de hecho, "descubrir tu auténtico estilo de decoración es muy similar a las etapas creativas que entraña escribir un libro: [...] estarás continuamente corrigiendo, arrancando lo que ya no significa nada para ti, haciendo cambios sutiles y a la vez significativos en la decoración cuando los capítulos de tu vida permitan, o exijan, ser reescritos"..


Y ya que el inicio de esta nueva etapa personal y familiar coincide con el comienzo del año, decidí que ameritaba ser documentado en un nuevo blog, orientado exclusivamente a todo lo que tenga relación con la construcción de este hogar soñado. Este sitio tendrá una impronta ligeramente diferente a la de la Buhardilla: pretendo consignar allí en forma cronológica el "paso a paso" de nuestra aventura constructiva -como si se tratara de un diario personal, o mejor aún, de una bitácora de viaje ilustrada-, incluyendo notas de inspiración y fotos de los progresos que vayamos logrando, pero también mis pensamientos e impresiones personales en cada pequeño avance hacia la concreción de nuestro proyecto, así como consejos y tips que puedan ser de utilidad a otras personas dispuestas a embarcarse en una propuesta similar.

Ello no significa un adiós definitivo a esta buhardilla que tantas satisfacciones me ha brindado: es probable que regrese por aquí esporádicamente, para compartir algunas de esas inquietudes que me asaltan de vez en cuando y que exceden la temática específica del nuevo blog. Tomémoslo pues como un simple "período de vacaciones", tras las cuales volveremos a encontrarnos para compartir un té mañanero y esas pequeñas labores artesanales que tanto nos gustan a todas... Mientras tanto, a quienes interese acompañarme en esta nueva y emocionante aventura, las invito desde ya a seguirme en "My House of Belonging".

http://myhouseofbelonging.blogspot.com/

Abrazos apretados, bendiciones por toneladas y un muy Feliz Año 2015 para todas!!!

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diciembre 18, 2014

De vaqueros y astronautas

Fuente del fotomontaje

En realidad, esta entrada debería titularse "El día después..." 

Es que ayer, finalmente, festejamos los cinco años del Principito; festejo que terminó siendo muy íntimo y algo atípico para lo que suelen ser los cumpleaños infantiles: por un lado, como ahora vivimos a cientos de kilómetros de nuestras respectivas familias y amistades, se hace difícil reunirnos con hermanos, tíos y primos -ya sea consanguíneos o "postizos"- tal cual solíamos hacer en otras épocas. Por otra parte, dado que mi compañero y yo optamos por educar a nuestro hijo en la modalidad de homeschooling (lo cual implica no tener un grupo de condiscípulos, que son los habituales asistentes a los cumpleaños), su relacionamiento social se ciñe por ahora a un vecinito con el que juega prácticamente a diario. Si a ello le sumamos algunos contratiempos de salud y logísticos, al final resultó que la fiestita contó únicamente con la presencia de los tres abuelos (que viajaron durante horas para acompañarnos en la celebración), la hija menor del primer matrimonio de mi compañero -que casualmente cumplía años el día anterior-, una pareja de amigos que viven cerca de nuestro ranchito en la costa y, desde luego, el único mejor amigo del Principito, que no podía perderse justo ésta entre tantas aventuras que comparten.

No obstante lo selecto de la concurrencia, el homenajeado había dejado bien claras sus expectativas para la ocasión: quería que el festejo estuviera ambientado con el tema de TOY STORY, su saga de dibujos animados favorita, incluyendo especialmente a los dos protagonistas -el sheriff Woody y el guardián espacial Buzz Lightyear- que son, además, sus juguetes predilectos en la realidad (que levanten la mano las que hayan tenido alguna vez que bañar a Buzz o darle de comer a Woody junto con el peque jajaja) Pero más allá de las ilusiones del cumpleañero, su mamá tenía que ajustarse a un presupuesto bastante estrecho -como el resto del año, bah- así que había que aguzar el ingenio y poner la creatividad (o en su defecto, la Internet) a trabajar...


Comenzamos por las invitaciones, que ya les mostré al final del post pasado. El modelo lo encontré en esta página (donde además te permiten personalizar el texto, transformarla en una tarjeta animada y enviarla por e-mail a la lista de contactos que tú misma proporciones) pero como en mi caso la mayoría de los invitados no tenían correo electrónico, descargué el diseño y lo imprimí en papel fotográfico, añadiéndoles un sobre común confeccionado en cartulina violeta para entregarlas en mano a la manera tradicional.


Pasamos luego a la ambientación: para la pared de fondo, un sencillo panel de TNT -llamado también papel de arroz o tela papel, según el país- en color celeste, que coloqué doble para darle mayor cuerpo y estampé con un esténcil casero de nubes (molde bajado de acá) para simular el empapelado del "cuarto de Andy".


El cartel de "Feliz Cumple 5" lo diseñé con Photoshop, utilizando como base el fondo del logo de la película y fuentes de tipo SF Slapstick Comic y Gill Sans Extra Bold, y luego lo imprimí en modalidad de poster (en cuatro folios tamaño A4 que uní por detrás con cinta adhesiva). La guirnalda con el nombre la armé con un diseño de bandana que encontré aquí, y el alfabeto con el logo de Toy Story que descargué de aquí, todo ello impreso sobre papel de 180 gr. y plastificado con contact transparente. Unos globos blancos emulando nuevamente a las nubes completaron el sencillo decorado (desde ya pido disculpas por la mala calidad de las fotos, la luz no ayudaba para nada y el bullicio alrededor tampoco...)

 

Para la mesa del buffet, descargué de la web imágenes de los personajes de la película, los imprimí -tratando de respetar las proporciones originales- en hojas A4 autoadhesivas que luego pegué sobre cartón resistente, plastifiqué de la forma antes descripta y recorté cuidadosamente. Para mantenerlos parados, los adherí con un punto de silicona caliente a vasitos descartables invertidos.


Los cartelitos que acompañaban la comida fueron hechos con una imagen png del personaje "Pantalla", sobre la que escribí las diferentes leyendas utilizando la fuente Data Seventy (todas las fuentes que menciono pueden descargarse e instalarse gratuitamente). El menú elegido era muy simple y -en su mayor parte- hecho en casa, aunque para la presentación buscamos darle a cada plato nombres relacionados con la peli: teníamos salchichitas de Viena...


...empanaditas de pollo a la crema de ciboulette (especialidad gourmet de una servidora), armadas en forma de bolsas de dinero...


...galletitas de masa frola salada y queso, cortadas en forma de estrella y rellenas con mayonesa...


...mini pizzas con muzzarella...


...papas noisette (o como diría el Principito, que las pidió expresamente: papitas cassette)...


...las clásicas monedas de chocolate...


...y alfajorcitos de maicena teñidos de verde...


...todo ello acompañado por jugo de frutas natural.


La torta de cumpleaños fue mi modesta versión de la cama de Andy, mucho menos glamorosa que otras que vi navegando por ahí pero más acorde al gusto de mi familia, que detesta el fondant -cobertura clásica que se usa en repostería para lograr una terminación más tersa y prolija- y en cambio muere por la crema chantilly, mucho más "imperfecta" y difícil de alisar. Para el respaldo utilicé espuma plast (telgopor, porexpan) moldeado con cuchillo caliente y teñido con témpera marrón; y encima coloqué los verdaderos juguetes de mi hijo, cuyo uso frecuente salta a la vista pero que representaron para él una auténtica sorpresa...

 

Llegado el turno de jugar, cada niño recibió un equipo completo de cowboy:


Los pañuelos son mitades de una bandana clásica roja que tenía guardada por ahí. Confeccioné el chaleco siguiendo un molde que bajé de esta página y luego adapté a las medidas de mis pequeños vaqueritos (en mi opinión el original sería para niños de 7-8 años).


Como pueden apreciar en la foto, lo que hice fue unir las partes delantera y trasera del molde y cortar por tanto una sola pieza sobre TNT blanco doble, a fin de que únicamente hubiera que coser en los hombros. Después apliqué un cordón de zig zag a máquina por todos los bordes, y pinté las "manchas de vaca" con marcador indeleble (lo cual se dice mucho más rápido de lo que se hace!).

En cuanto al sombrero, es el único elemento de todo este asunto cuyo diseño me pertenece originalmente, ya que vi unos cuantos modelos en Internet pero ninguno llegó a convencerme del todo (en caso de alguien necesitara los moldes, con gusto puedo escaneárselos y enviarlos por e-mail). Está realizado en goma eva -foamy- marrón claro, las diversas piezas fueron pegadas entre sí con pistola de silicona y la terminación formada por pespuntes de lana al tono, que disimulan las imperfecciones de uniones y bordes.

EDITADO: Acabo de escanear los moldes del sombrero y subirlos a la red, quienes los necesiten pueden descargarlos de aquí:

https://es.scribd.com/doc/254190969/Moldes-Sombrero-Vaquero-para-disfraz-o-fiesta-infantil


Cada vaquero recibió además un caballo, que confeccioné siguiendo (más o menos) las instrucciones encontradas en esta página, de donde también se pueden descargar los moldes. Para ello reciclé dos viejos pantalones de tela polar del propio homenajeado, que ya le quedaban pequeños -además de estar manchados y/o agujereados en las rodillas- y un par de palos de escoba rescatados de la volqueta; unas perlas de bijouterie a modo de ojos y restos de lana para las crines completaron un resultado bastante creíble...


El costo en dinero de todo este despliegue de vestuario fue prácticamente cero; aunque si hablamos de tiempo, insumió bastante más... pero como dice esa conocida publicidad, la satisfacción de ver a estos dos compañeros divirtiéndose con sus carreras y enlazadas "no tiene precio"!

 

Como "premio" a sus destrezas campestres, los mini cowboys recibieron además sendas bolsas de papel -también recicladas- conteniendo obsequios: algunas golosinas, un librito de actividades (que armé tomando elementos de varios lugares; a quien le interese puede descargarlo desde aquí), impreso y plastificado en la forma descripta más arriba...


...un yo-yo (comprado en el Asian Shop y personalizado con pequeñas imágenes de Woody y Buzz Lightyear), cuya práctica los mantuvo entretenidos durante un buen rato -con alguna ayudita de los mayores-...


...y una versión casera del señor Cara de Papa, hecha en papel y cartón plastificado, que también hizo las delicias de los peques por horas.

 

La frutilla de la torta estuvo constituida por otro pedido específico del Principito: un cambio de vestuario a mitad del cumple para pasar a encarnar a Buzz Lightyear, el heroico guardián espacial. Confieso que este fue mi mayor talón de Aquiles: la primera opción -dado que estamos en época de mucho calor- era una versión bien simple y fresca del disfraz, consistente en una remera blanca común con las insignias del personaje estampadas con iron-on transfer, es decir, más o menos así:

Fuente

Sin embargo, la carita de disconformidad del cumpleañero cuando se lo planteé me llevó a buscar algo un poco más convincente; y terminé encontrando en este sitio un tutorial muy detallado para construir el traje espacial a partir de elementos sumamente económicos, como cartón corrugado (en la ciudad donde vivo los comerciantes tiran a la calle toneladas de cajas por día, por lo que es un material totalmente a mi alcance), telgopor, cinta de pintor y cinta "pato". La persona que lo publica afirma haber elaborado el traje entero -incluyendo las piezas de cabeza, brazos y piernas- en unas cuatro o cinco horas; pero para mi gusto algo de superhéroe debe tener también este hombre, ¡porque a mí me llevo seis DÍAS y apenas pude armar la estructura básica! (el clima lluvioso no ayudó demasiado, las pinturas tardaban horrores en secar...) Como sea, y a cuenta de un posterior perfeccionamiento -el pequeño tirano me hizo jurar que se lo completaré para Carnaval-, esto es lo que resultó:

 

[NOTA AL MARGEN: al parecer nuestro Guardián Espacial no se hallaba todavía muy bien entrenado para el vuelo, por lo cual después de un par de choques no tan menores contra paredes, muebles y demás, decidimos desmontar la parte de las alas y dejarle sólo la "armadura" por el resto de la tarde, como puede verse en las fotos anteriores].

Para culminar, obsequiamos a los adultos presentes con un modesto souvenir consistente en un calendario 2015 temático y personalizado (elaborado con Photoshop a partir de herramientas descargadas gratuitamente de aquí)...


Y así termina -exitosamente, creo yo- la odisea de la madre estresada que soñaba con juguetes vivientes y se despertaba al grito de "¡Hay una serpiente en mi bota!" (al menos hasta dentro de un año, cuando vaya a saber cuál sea el desafío que me planteará el benjamín...)

En cualquier caso, como este post está compuesto casi exclusivamente por ideas muy frugales, que tal vez puedan inspirar a otras mamás en similares circunstancias, me tomaré el atrevimiento de enlazarlo a la fiesta de Marcela, aunque no se trate de una única labor y me haya insumido algo más de un "ratito" creativo :D Espero sepan disculpar lo extenso de la entrada: necesitaba contarles todo de una sola vez, así después puedo desconectarme por completo de todo cuanto tenga relación con vaqueros y astronautas, y cambiar el disco duro al "modo Navidad"...

¡Besos para todas, que tengan un estupendo finde!
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