La buhardilla de Kassandra

Un santuario donde atesoro mis proyectos decorativos... y algunas otras pequeñas maravillas que enriquecen el Alma

abril 25, 2014

Fase 8: sabor a Toscana


Esta vez sí, casi no llego; compromisos profesionales impostergables (relacionados con mi "otra" profesión, la de verdad jajaja) me tuvieron bastante ocupada hasta último momento, impidiendo que me diera presente a tiempo en el Finde Frugal. Pero aunque sea en el estribo, como decía mi abuelo, decidí armar algo rapidito para compartir con ustedes... 

Empecé eligiendo una de estas tablitas que mi marido encontró en el contenedor de un vecino, y que presumo pertenecieron en su vida anterior al tablero de una puerta de calle. Eran siete en total y ya tengo varios trabajos en mente para darles uso, por lo que seguramente las verán seguido por aquí...


Buscando por el taller, encontré además varias antiguas canillas de bronce -cuya historia les contaré en otra oportunidad- y unos pitones en L, así como una servilleta para decoupage con un diseño que me gustó mucho cuando la compré, pero que después no había encontrado ocasión de usar...

 
 

El proceso, rápido y bien frugal: dos manos de látex blanco, canilla insertada en un hueco que taladré en la moldura central -y asegurada en su sitio con masilla epoxi-, una guarda en découpage adaptada al relieve interior de la tablita, un poco de cera con betún de judea en los bordes para envejecer, y esto fue lo que salió: un colgador express para el rincón de las escobas.


¿Me parece a mí, o tiene cierto aire a las antiguas fincas rústicas de la Toscana? (ni se me ocurrió mientras lo hacía, pero una vez colgado en su sitio y contemplando lo lindo que se ve, no pude evitar permitirme esa licencia poética...)

Y con esto me voy de visita por los otros blogs, a ver qué cosas lindas publicaron mis amigas esta semana. ¡Nos reencontramos prontito!

ACLARACIÓN: Al ir a linkearme en el Finde Frugal de Marcela, acabo de advertir que en una de las fotitos de su sidebar hay un colgador de delantales hecho precisamente con canillas antiguas... Podría jurar que nunca lo había notado antes, al menos no en forma consciente! (en serio Marce, no fue mi intención copiarte... al menos NO ESTA VEZ jajajaja)

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abril 20, 2014

Fase 7: el sello de distinción


¡Felices Pascuas para todas las amigas de la buhardilla! 

Antes de nada, deseo expresar una vez más mi profundo agradecimiento por tantas palabras de aliento y simpatía que recibo de parte de ustedes, y que representan un constante estímulo para aprender y superarme un poquito más cada día. En un principio traté de contestar al pie de cada uno de vuestros comentarios; pero pasados algunos días me di cuenta de que ese proceso me llevaba demasiado tiempo, y que después de todo tampoco estaba segura de que respondiendo en mi propio blog, las destinatarias siquiera se enterarían... así que he optado por una solución más simple: intentar retribuir todo el cariño que me brindan comentando directamente en las entradas que cada una de ustedes publica en su propia página. De esa manera me aseguro de que sigamos conectadas sin duplicar vanamente el esfuerzo, y tengo más tiempo para visitarlas e inspirarme con sus maravillosos trabajos...

¡Parece mentira, pero ya pasó una semana desde mi último post! Y no una semana cualquiera, sino una muy especial: para algunos tiempo de recogimiento y devoción religiosa, para muchos de relax y merecidas vacaciones, para otros la oportunidad de estar en compañía de los chicos, y para aquellos que no salimos a ninguna parte y que -por ser convencidos homeschoolers- tenemos a nuestros retoños en casa 24 horas los 365 días del año, igualmente disfrutable gracias a los días intensamente soleados y a la inusual calma reinante en la ciudad...

En lo personal, debo decir que aproveché estos días "diferentes" para limpiar y organizar el taller (tarea que devenía impostergable, ante el riesgo de que el caos comenzara a inundar otros ambientes de la casa); y en la medida que ordenaba, fueron apareciendo unos cuantos trabajos a medio hacer, así como numerosos objetos almacenados "por si acaso" que me inspiraron para comenzar varios pequeños proyectos nuevos. Pero toda la energía que he puesto en la parte estrictamente creativa, ha escaseado en cambio a la hora de tomar fotografías; por lo tanto, dejaré para mostrarles más adelante la mayoría de las cositas en las que estuve trabajando y me centraré en una sola, que para mantener cierta coherencia con los posts anteriores tiene que ver -como no podía ser de otra manera- con la renovación de mi cocina.

Entrando ya en la recta final del proceso de embellecimiento frugal (lo cual implica, para quienes no me han leído antes, prescindir de cualquier reforma estructural que representaría costos demasiado elevados, e intentar simplemente "refrescarla" con pequeños acentos decorativos), se me ocurrió que toda cocina campestre que se precie debería contar con el sello de distinción que le otorga un cartel rústico pintado a mano. Así que ¡cuándo no! eché mano de otra de las tablas de obra dejadas por los albañiles que estuvieron trabajando en casa hace unos meses (ya había usado una de ellas para los soportes de mis estantes de cocina) y me dispuse a transformarla...


Además de estar algo manchada y maltrecha por haber permanecido a la intemperie todo este tiempo (lo cual en mi opinión contribuía a darle más "carácter"), presentaba una rajadura bastante pronunciada en su parte central, por lo que decidí encolar y prensar a fin de asegurarme que no terminara de partirse una vez realizado el trabajo.


Una vez completamente seco el paso anterior, procedí a cubrirla por completo con un par de manos de betún de judea diluido con unas gotas de thinner, lo cual le dio una bella pátina de color marrón oscuro.

 

Dejé secar muy bien otra vez, y entonces comencé con el proceso del craquelado. Para ello apliqué una generosa capa de cola vinílica en la forma que aconseja Lucía, de "Momentos vintage": primero en sentido vertical, luego en sentido horizontal, y finalmente dibujando "crucecitas" con el pincel (obsérvese que dejé libre ex profeso el centro del cartel, a fin de que no se craquelara en esa zona).

 

Luego de dejarla unos diez minutos al sol (hasta que la cola vinílica perdió el brillo) apliqué una mano de látex blanco con pinceladas precisas y parejas, cuidando de no pasar dos veces por el mismo lugar. Un ratito más de sol, y el craquelado empezó a hacerse notar...

 

Bello efecto, ¿verdad? Ahora sólo faltaba la escritura, para lo cual diseñé las letras en la compu y las transferí a la tabla mediante el procedimiento tradicional de calcado (previa aplicación de una capa de barniz acrílico mate para dar una base más lisa y uniforme a la superficie de la madera). 


Un pincel perfilador y uno chato, más un poco de óleo siena tostado (hubiera preferido acrílico, pero óleo era lo que tenía a la mano, gentileza del artista plástico que comparte taller con una servidora :D - y una buena dosis de paciencia, hicieron el resto...


El toque final: betún de judea aplicado con paño en los bordes y esquinas para dar un efecto envejecido.

 

¡Voilà! Listo para ser colgado en su sitio definitivo (bueno, en realidad debo esperar un día o dos hasta que el óleo esté bien seco, no quiero correr riesgos innecesarios...)


Con esto llegué al final por hoy; en el correr de los próximos días probablemente les esté mostrando algún otro proyectito de último momento, antes de hacer la presentación final de mi "nueva" cocina... Hasta entonces, y que terminen estupendamente la Semana Santa!

PARTICIPANDO EN:

"A return to loveliness" de A Delightsome Life
"Share Your Cup Thursday" de Have a Daily Cup of Mrs. Olson
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abril 13, 2014

Operativo cocina - fase 6: tea time


Si hay algo que de verdad me encanta, es levantarme bien temprano -mientras mi amor grande y mi amor chiquito todavía duermen- y sentarme en un rincón tranquilo a disfrutar una taza de té calentito (acá va un guiño para mi paisana Rosina de Reciclarte... ella sabe por qué). 


A diferencia de los ingleses que beben su famoso five o´clock tea, a mí me gusta tomar el té por las mañanas; y en mi cocina actual -la cocina más grande que jamás tuve en todas las casas donde he vivido- he creado un espacio ideal para estos momentos de solaz autoindulgente: una pequeña mesa rebatible frente a la ventana que recibe a pleno el sol mañanero se ha convertido, desde que nos mudamos, en mi "desayunador privado". 


Pero a mi mesita -rústica por naturaleza y pintada de blanco desde hace un tiempo- le hacía falta un atuendo acorde a su nuevo destino; así es que días atrás, mientras revolvía frenéticamente el armario reorganizaba algunos proyectos de costura, me topé con un corte de lienzo que alguna vez fue víctima de un fracasado intento de teñido (el tinte en sí quedó bien pero no resultó del color que yo esperaba, por lo que fue momentáneamente descartado) y que desde entonces permanecía olvidado en un rincón, a la espera de ser redescubierto en el momento oportuno. Apenas lo vi se encendió la lamparita en mi cerebro, y de inmediato empecé a tomar medidas...


La idea era confeccionar un mantelito simple, sin mayores pretensiones; pero como la tela era generosa, me jugué a algo un poco más ambicioso y corté unas cuantas tiras de igual ancho a fin de hacer un pequeño volado -vuelo o volante, según en qué país se lo nombre- para aplicar en todo el contorno. En total fueron ocho tiras de 6 cm de ancho por un metro de largo, que uní entre sí, sobrehilé y dobladillé con zig zag a lo largo de todos los bordes vivos (ufffff, se dice mucho más rápido de lo que se hace!).

 

A continuación, vino la parte del fruncido. Para ello usé una técnica aprendida tiempo atrás en internet: paso una costura recta a medio centímetro del borde utilizando el máximo largo de puntada y la máxima tensión en el hilo superior, y los volados van saliendo perfectamente fruncidos como por arte de magia... 


Después prendí con alfileres el volado al orillo del mantel, distribuyendo los frunces en forma pareja, y cosí con una doble costura recta para fijarlo en su sitio. Como toque final, cubrí la costura de unión con un sencillo galón de pasamanería al tono (rescatado de una pollera campesina que se desintegró hace años), y entonces mi mantelito para el té estuvo listo para su estreno...


¿Y qué mejor momento para ello que una fría y gris mañana de domingo?

 

Mi combinación de hierbas favorita, preparada en el delicado samovar de vidrio y platino que me obsequiara mi entrañable amiga Lady of the Woods para mi último cumpleaños...

 

...una taza de porcelana inglesa fileteada en oro y con una alegre estampa de flores (llegó de polizón en un lote comprado por Internet, y aunque no era precisamente "de mi estilo" se quedó igual en el cristalero, esperando su oportunidad)...


...unas galletitas de coco... (yo hice un poco de trampa y las compré en la panadería, pero si quieren degustar unas con sabor casero, no dejen de ver la receta fácil y deliciosa que compartió Sofie, de "En una tarde imaginativa")


...mi mermelada favorita -de arándanos- servida en la dulcera antigua que me trajo mi amiga Alicia ("la bruji"), el mes pasado cuando vino a visitarnos...


...las servilletas antiguas bordadas en Richelieu -dos pequeñas y dos más grandes, que yo utilizo como individuales- conseguidas hace años en una feria vecinal por el equivalente a un dólar, y que asombrosamente combinan a la perfección con el color "fallido" del nuevo mantel...


...rosas, las que nunca pueden faltar (aunque sean de seda; de las naturales creo que hasta la primavera nos vamos a quedar con las ganas!)


...y una fuente inagotable de inspiración, para alimentar el Alma al mismo tiempo que el cuerpo (otro inesperado obsequio de la querida Lady, que jamás podré agradecer bastante...)


Costo: $ 0.00.- Tiempo de trabajo: Unas cuatro horas (con algunas interrupciones inevitables :D ) El placer de disfrutar un té con confituras en compañía de Rachel Ashwell... no tiene precio!

"...todo está en los detalles..."

¿Alguna de ustedes, amigas de la buhardilla, gusta pasar a tomar el té? ¡De mi parte será un placer recibirlas! 

PD: Participando en...

"Make It Pretty Monday"  de The Dedicated House 
"A return to loveliness" de A Delightsome Life
"Share Your Cup Thursday" de Have a Daily Cup of Mrs. Olson

ACTUALIZACIÓN 21/04/14: Una vez más he tenido el honor de que mi proyecto fuera destacado por Kathy, de A Delightsome Life, como uno de los tres favoritos de su link party semanal... Para ella, mi más cálido y profundo agradecimiento.

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abril 11, 2014

Una luz renovada


¡Abran paso, que vengo sin aliento! Es que a pesar de algunos inconvenientes domésticos de última hora, no quería perderme de nuevo la cita de los viernes con las chicas de los Findes Frugales... Sí, es verdad, todavía ando en pleno embellecimiento de mi cocina (aquellas de ustedes que recién me conocen, ya van a aprender que cuando yo digo "a fin de mes", nunca se sabe a qué mes me estoy refiriendo!) y ahora mismo tengo entre manos un trabajo un poquitín complicado que espero poder mostrarles pronto; pero para estar a tono con la convocatoria de Marce, hoy decidí compartir un proyecto muy sencillo y definitivamente frugal que es casi habitual en casa: el reciclado de velas.

Soy una amante de las velas: están por toda mi casa, no solamente como elementos decorativos sino porque me encanta encenderlas (si son varias, mejor) y deleitarme con la cálida intimidad que aportan tanto a una velada familiar como a un momento de meditación o relax en soledad. Pero eso tiene como consecuencia que haya que reemplazarlas con frecuencia, lo cual además del costo, implica estar siempre recogiendo restos de las velas consumidas o a medio consumir... Por eso hace muchos años aprendí a fabricar mis propias velas, y hoy por hoy no empleo tanto para ello parafina virgen sino que principalmente reutilizo todos esos restos de velas usadas (y de paso, también reciclo algunas latitas!). Es un procedimiento bien simple y seguramente muchas de ustedes hacen lo mismo; pero por si alguna está interesada aquí les dejo la explicación de cómo lo hago.


Los materiales empleados son: restos de velas usadas, latas de atún vacías y limpias, una cacerolita, un par de latas viejas, un colador de malla metálica, pabilos nuevos (comprados o fabricados en casa), pistola encoladora, papel decorativo, restos de puntillas y aceite esencial a elección -en caso de que se desee hacer velas perfumadas-.

El primer paso es poner una de las latas viejas dentro de la cacerolita con agua y llevar al fuego. Con un cuchillo viejo, cortar los restos de vela en trozos pequeños y volcar dentro de la lata para derretirlos lentamente a baño María (es conveniente elegir velas de tonalidades similares, a fin de que el color resultante sea definido y a tono con la decoración que le daremos al envase; en mi caso escogí los trozos amarillos y blancos).


Una vez que tenemos la parafina totalmente fundida y transparente, quitamos con cuidado la lata del fuego (ATENCIÓN: no olvidar que la parafina es combustible!) utilizando una manopla o una herramienta que no trasmita el calor -una pinza plástica de las de ropa funciona perfecto para mí- y colamos la parafina hacia otro recipiente para retirar restos de pabilos viejos, suciedad o cualquier otra impureza que hubiera permanecido adherida a las velas consumidas. Este es también el momento de agregarle unas cuantas gotas de nuestro aceite esencial favorito, si deseamos unas velas aromáticas.


Con la pistola encoladora colocamos un punto de silicona justo en el centro de la lata de atún que servirá de contenedor a nuestra vela, y pegamos allí el pabilo nuevo.

 

En este paso, es conveniente sujetar el pabilo con algún implemento auxiliar que sirva de "guía" para mantenerlo en posición; yo uso a tales efectos una barrita de metal con orificios que encontré por ahí, pero hay otros métodos (como anudar el pabilo a un palillo de brochette atravesado sobre la lata).


A continuación, verter suavemente la parafina líquida en la lata hasta la altura deseada -recordando que siempre se contrae un poquito al enfriar- y dejarla descansar hasta que esté completamente sólida (puede tomar varias horas, dependiendo del clima; yo las dejo de un día para el otro).


Una vez que tenemos la vela lista, sólo resta decorar la lata a gusto. En este caso empleé un resto de papel decorativo que me había sobrado después de forrar unos estantes, unos trozos de puntilla de algodón antigua, y unas rositas de cinta también sobrantes de otros trabajos...


Y ya tenemos un detalle delicado y fragante para engalanar cualquier rincón, o incluso (con un atractivo envoltorio de celofán y un bonito moño) para obsequiar a alguien querido...


Bueno, ahora las dejo porque me voy de fiesta, a ver qué cosas lindas hicieron mis amigas esta semana... ¡Que tengan un buen finde!

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Regresa pronto!!!

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