La buhardilla de Kassandra

Un santuario donde atesoro mis proyectos decorativos... y algunas otras pequeñas maravillas que enriquecen el Alma

septiembre 01, 2012

Retrato de una dama [victoriana]

Muchas veces, a lo largo de mi vida, he tenido la extraña sensación de haber nacido fuera de época, como si nada de lo que soy, lo que siento o lo que me gusta hacer encajara con la fría realidad que me rodea en estos tiempos de consumismo enajenante, emociones descartables y "satisfacción inmediata". Desde muy jovencita sentí una atracción inexplicable por todo lo que tuviera cierto sabor antiguo, desde casas, muebles, ropa, libros o cristalería. Descubrí además que había nacido con gran destreza para las labores creativas (costura, tejido, crochet, pintura, artesanías) así como para reutilizar objetos y materiales nobles, tareas que las niñas de otros tiempos aprendían como parte de su educación elemental, pero que hoy han perdido por completo su valor dentro de una civilización que todo lo compra hecho, y a ser posible, ¡de plástico!

Sin embargo, nunca había logrado definir con precisión ese vago sentimiento de ajenidad hasta que, navegando un día al azar por la red, tropecé con las fotografías de un pequeño refugio de cazadores perdido entre las montañas, al cual su dueña transformó con inspiración casi mágica -aunque también con arduo trabajo- en un encantador y femenino "studio" salido de un cuento de hadas: una auténtica maravilla decorada en blanco sobre blanco, con profusión de detalles románticos engalanando cada uno de sus rincones, envuelta en una aureola de ensueño donde con sólo admirar las imágenes, casi puede percibirse el aroma sutil de lavandas y rosas. De golpe, me sentí literalmente transportada a otro tiempo y a otro lugar: estaba en la Inglaterra victoriana, perdida en medio de un bucólico paisaje campestre, y aquella cabaña diminuta, rebosante de encajes, caireles y porcelanas antiguas, era mi santuario personal, mezcla de taller de labor, sala de lectura y dormitorio para soñar...

Después, una sincronicidad tras otra me han llevado a pasear por infinidad de blogs creados por mujeres que, como yo, adoran reciclar objetos antiguos, transformar cosas que otros desechan, añadirle a todo lo que las rodea un toque romántico, vintage, francés o campestre, y de cuyas hábiles manos surgen creaciones de valor único e irrepetible (es verdad que algunos, como mi Compañero de Camino o ciertas amigas, las cuestionan por su falta de utilidad práctica; pero ¿acaso la BELLEZA no es últil en sí misma como alimento para el Alma?). Así llegué a conocer a Rachel Ashwell y su shabby chic -quizá la más emblemática y famosa de todas las "nacidas fuera de época"- pero también comprobé que existen alrededor del mundo una miríada de mujeres de perfil más bajo, aunque con idéntico sentimiento y ansiedad creativa: un enorme conjunto de hacendosas damas decimonónicas desplegando sus talentos ¡en pleno primer mundo y ya bien entrado el siglo XXI! Y es tan auténtica la convicción de estas "nuevas revolucionarias de los delantales y las agujas", que no sólo la aplican a su rutina cotidiana, sino que aún se toman tiempo para escribir blogs a manera de diarios íntimos, donde generosamente comparten recetas, moldes y técnicas así como sus vivencias personales, con docenas de seguidoras entusiastas que comparten sus aficiones y su modo tan FEMENINO de ver la vida.

Entonces, al mirarme en ese espejo (seguramente un fino espejo de estilo francés con el marco tallado y pintado de blanco...) finalmente lo entendí: aunque los vaivenes del destino -y mi propia inercia- me habían transformado en una profesional muy "Cosmopolitan", en esencia YO TAMBIÉN era una de esas damas de perenne espíritu victoriano; sólo que, a diferencia de ellas, aún permanecía en el limbo de la ambigüedad y la frustración en lugar de decidirme a seguir mi corazón y dar un giro de ciento ochenta grados que me devolviera aquel sabor ya casi olvidado de VIVIR CON PASIÓN... Era hora, pues, de dejar de sentir lástima por mí misma, de rebelarme contra las opiniones del entorno familiar y social (y contra esa desidia que me invadía un día tras otro), para reencontrarme finalmente con mi Esencia y dejar que aflorase esa polifacética dama victoriana que vive y sueña dentro de mí. 

¿Y qué dama victoriana que se precie no tiene al menos una sombrerera?

Puede parecer un capricho excéntrico, pero es uno de los objetos que deseé poseer por muchos años, aún en la época en que me resignaba a mi vida "normal" y sólo soñaba con las heroínas de otros tiempos. Cierto que la web me bombardeaba con imágenes inspiradoras como éstas...


...pero era una de esas cosas que la sociedad actual considera en extremo superfluas, y que en el fondo yo tampoco creía MERECER; en consecuencia, nunca encontraba este tipo de cajas en las ferias vecinales y subastas que frecuento, y cuando alguna aparecía, su precio resultaba prohibitivo para mi frugal economía. 

No obstante, apenas cambié a conciencia el disco duro de mi cabeza y decidí asumirme a pleno como la dama victoriana que en esencia soy, encontré "casualmente" esta vieja caja de sombreros en una venta por Internet...


...y supe de inmediato que me estaba destinada! Claro que después de años sin uso, le hacía falta un radical tratamiento de belleza; así que, como de costumbre, apenas la traje a casa reuní toda mi artillería pesada de materiales y puse manos a la obra para transformarla en mi sombrerera soñada. Un bello papel estampado con flores color lavanda (en realidad eran unos enormes bolsas de regalos que vendían la Navidad pasada, cuyo diseño me resultó tan encantador que compré varias unidades para usarlas en futuros proyectos); un par de rollos de papel autoadhesivo símil terciopelo, algunos metros de galón de pasamanería y un poco de paciencia, dieron este resultado:


A estas alturas debo confesar un detalle revelador: jamás pensé guardar sombreros en ella. De hecho, tengo un solo sombrero (de mis posesiones más preciadas, traído de París por una querida amiga) y me gusta conservarlo en el perchero del dormitorio, para recrear a menudo la vista y la memoria con los recuerdos que me despierta. A la sombrerera, en cambio, le aguardaba un destino bien diferente: almacenar entre papeles de seda azules mi viejo vestido de novia, el que usé hace más de veinte años y que aún guardo intacto, en este caso NO a causa de los recuerdos asociados -por fortuna, hace siglos que di vuelta esa página de mi historia :)- sino por su significado intrínseco: FUE EL PRIMERO DE MIS DISEÑOS DE ROPA QUE PUDE VER PLASMADO EN LA REALIDAD...


Supongo que a algunas de ustedes les ha ocurrido: una pospone y pospone determinada tarea durante semanas, pero una vez que comienza no puede parar el entusiasmo por continuar creando... Tan satisfecha quedé con el resultado de mi sombrerera, que se me ocurrió confeccionar una segunda caja (de tamaño mediano) y decorarla con el mismo diseño básico, haciendo juego con aquélla. Si bien el proceso de cartonaje no me es del todo ajeno, en ese momento no podía costear la compra de materiales nuevos para tal fin; así que una vez más hube de apelar al ingenio y al reciclaje: un par de viejas carpetas de archivo sirvieron para las bases circulares, y la contratapa de una libreta de dibujo proporcionó el cuerpo de la caja. El resto, más papel floreado, otros detalles decorativos... y voilà, un precioso almacenaje para mis puntillas antiguas.


Y luego, inesperadamente, llegó la frutilla de la torta. En una de mis habituales excursiones dominicales por la feria del barrio, encontré por $ 10 (unos 50 centavos de dólar) esta pequeña caja redonda, que de inmediato se convirtió en la tercera pieza del conjunto. En ella guardo diminutos tesoros acumulados por años: unos largos y sensuales guantes de seda blanca, la gargantilla de perlas triple, un par de finísimos pañuelos antiguos rescatados de algún baratillo...


Para las etiquetas elegí -como pueden ver- diseños ligeramente distintos sobre el mismo óvalo básico en azul añil, una elegante letra cursiva y sugestivos títulos en francés: "Mémoires", "Trésors","Secrets"...

 

De modo que heme aquí hoy, no con una sino con un juego completo de TRES sombrereras! Francamente, ¿no serían el orgullo de cualquier dama victoriana?
 

Les cuento un secreto: a partir de allí, me he permitido un par de "caprichitos" más, igualmente inútiles y maravillosos... pero ese será tema de otro post; por ahora me voy despidiendo, con la esperanza de que se animen a dejar sus comentarios y opiniones sobre mis trabajos.

Hasta muy pronto, un abrazo enorme.

PD: Esta entrada participa en

"Show and tell Friday" de My Romantic Home 
"Feathered Nest Friday" de French Country Cottage 
              "Inspiration Friday" de At The Picket Fence

2 comentarios:

Lady of the Woods dijo...

Oh! how beautiful are the boxes and how creatively you wrote this post! You are a writer too! LOL, of course. I am ashamed though, that not anyone has made a comment or are maybe too lazy to use google translate to read this entire blog in whatever their chosen language, as I do. Even with the google translate, your creative and expressive mind did NOT get "lost in translation"! I will go to other posts too as long as my eyes hold up. Dear Kassandra, you are indeed a sister. I too hold in my heart the old Victorian ways and even now still wear my hair up in Gibson Girl fashion. As for a hat! I used to have several and now I am without any. I must find one for you are right, what self respecting Victorian Lady is without her dignified hat! blessings.

Kassandra responde:

Dear Lady, how kind and sweet of you to visit my blog and leave such an encouraging comment! As you can see my actual circumstances are not ideal (we live "temporally" in a house that´s not ours, sharing it with several young students and rising my "Baby Taz", who monopolizes almost all my time), but anyway I manage to find some minutes a day and create beautiful little things to indulge my Soul... By the way, I´m looking for a "new" old hat too! Hugs.

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